Cuando se trata de entender un fenómeno tal como el genocidio nazi, lo mas fácil es adoptar una “visión parcial y simplificada” y descansar satisfechos tras haber llenado los “pequeños receptáculos de nuestras inteligencias” con un revoltijo de espesas afirmaciones que sirven para oscurecer la parte de la existencia
humana que pretenden explicar. Como psicólogo, estoy sumamente familiarizado con las “explicaciones” del genocidio nazi que asumen formas psicológicas. Según estas explicaciones, el “holocausto” ocurrió porque las personalidades del pueblo alemán en conjunto y particularmente de aquella fracción que participó, condenó o tuvo conocimiento del genocidio nazi (y quizá también de las victimas), estaban profunda y fatalmente alteradas. En otras palabras, la secuencia de acontecimientos en la que millones de hombres, mujeres y niños fueron sistemáticamente perseguidos, segregados, encarcelados, torturados y asesinados es supuestamente comprensible en términos de la peculiar psicología de masas- “autoritaria”- del pueblo alemán, o como reflejo de la especial estructura caracterológica (“sádica” o “masoquista”) de sus lideres. Intento demostrar, sin embargo, que el esfuerzo por explicar hechos de tal importancia histórica en términos de demencias individuales o de psicosis colectivas es tan fácil como peligroso. Piénsese, por ejemplo, en las explicaciones basadas en la pretendida demencia u ofuscación de los líderes políticos que organizaron toda la empresa. A pesar de su seductor atractivo, la especulación psicológica explica muy poco, y el empeño en invocar los “motivos inconscientes” de Hitler (“cuando era muchacho, su madre fue tratada de cáncer de mama, sin éxito, por un medico judío”), o la inestabilidad psicológica de sus lugartenientes (“Goering era un toxicómano; Gobbels, un paranoico confirmado”) convirtiéndolos en la clave para entender la violencia masiva, es equiparable a un ejercicio de justificación política.
No quiero decir que en el genocidio nazi faltaran las dimensiones psicológicas, sino solamente que los intentos por explicar el genocidio en términos psicológicos carecen de poder explicativo real. Hitler y su camarilla no fueron un grupo de demonios psicóticos responsables de la movilización de ciegas fuerzas sociales. Y lo que es más, en la medida que la descripción psicohistórica crea la mistificadora impresión de que los acontecimientos propios de la esfera política y de la social pueden “explicarse” con el lenguaje, estrechamente privado, de los determinantes psicológicos exteriores, la psicohistoria misma es un instrumento de engaño mas que un medio de explicación.
No es posible alcanzar una compresión cabal del control de la conducta contemporánea sin recorrer la senda que ha seguido en el proceso de llegar a ser lo que hoy es. Por lo mismo, es necesario llegar a comprender el genocidio nazi como paso previo a la comprensión total de las técnicas modernas de control de la conducta. Pero si entender el genocidio nazi es un prerrequisito para entender otras clases de control de la conducta y el necesario entendimiento no puede lograrse analizando el pensamiento y las acciones de los participantes individuales, ¿Qué hemos de hacer? Mi respuesta es que debe empezarse en el contacto social y en las condiciones precedentes de las que surgió el genocidio en tanto que instrumento ultimo de control de la conducta. Es necesario seguir la sucesión de acontecimientos que llevó a psicotecnólogos profesionales a desempeñar un decisiva función como guías en la planificación y la mejora del genocidio en tanto que “solución final” a muchos de los acuciantes problemas internos de Alemania. (Stephan L. Chorover)
Mas adelante daremos paso a las aclaraciones sobre esos “prerrequisitos” para comprender el genocidio nazi según el Dr. Chorover, en un estudio intensivo de su libro “Del Génesis al genocidio, la sociobiólogía en cuestión” en el cual presenta teorías muy interesantes sobre los patrones de manipulación de la conducta humana.
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